marzo 04, 2013

A ella...


El sol entraba por la ventana, era una hermosa tarde de verano. Creo que era hermosa a pesar de estar sola en el aula de clases sin que nadie se me acercará. No sé si yo tenía pinta rara o sólo era que desde niña se notará la clase de persona antisocial y radical que sería en un tiempo más. A los 6 años era solitaria y triste, según algunos de mis ex compañeros que encontré hace unos años. Creo que la alegría se opaco desde aquel incidente que se repitió por 3 años más. En fin, esa tarde la recuerdo muy bien, era una tarde soleada, y yo recargaba mi cabeza sobre mis brazos en la banca; miraba hacía afuera, hacía ese extraño jardin, que decían; se aparecían cosas y fantasmas. Que porque la escuela fue un circo y un panteón antes y no sé cuanta mierda más. Típica historia de toda jaula autoritaria.
El sol me daba directo al cabello y comenzaba a darme sueño, pensaba que de grande sería una grande escritora y que fuera como fuera, escribiría cientos de libros y me haría reconocida y entonces todo me iría bien, también tenía aquella ilusión de tener una persona a la cual querer y que estaríamos siempre juntos. No eran cuentos, porque a mi nunca nadie me leyó un cuento, ni siquiera supe de muñecas a princesas, si no hasta los 12. Mi refugio siempre fueron los libros de texto de mis hermanos mayores, aprendí a leer a los 4 y empecé a leer libros y libros. Fui la menor de 4 hermanos y todos ellos mayores que yo, tenían otras cosas en las cuales ocuparse.
Me he alejado un poco de la historia, pero no sé me ha olvidado. Sólo era necesario recalcar el porque de mi conducta solitaria y triste, como según me describen.
Seguía recargada en mis brazos, y comenzaba a ganarme el sueño. Mis ojos se entrecerraban mientras soñaba con ser mejor y con tanta cosa en mi cabeza. Hasta ahora creo una lágrima resbaló a mi mejilla, creo era el presentimiento de la soledad.
Justo cuando comenzaba a dormir, sentí que alguien meneaba mi brazo delicadamente. Alcé la mirada y me encontré con una linda cara, ojos color negro como la noche y una sonrisa preciosa. Era una niña muy bonita, con hoyuelos en las mejillas y una voz muy dulce y suave. ¡Ah! Era muy bonita, la primera persona que se me acercó y me pregunto muy bajito, con esa voz característica de niñas tiernas:
- ¿cómo te llamas? ¿porqué no sales a jugar? ¿tienes miedo?
- No, para nada. Sólo no me gusta hablar - respondí.
- Pues conmigo tendrás que hablar. ¿Cómo es tu nombre? - dijo mientras se ponía sus manitas en su cintura.
- Me llamo Zaide, pero no suelo decirlo...
- Hmm ¡Zaide! ¡Qué bonito! Yo me llamo Kenia...
En ese momento emitió un pequeño chillido, como si hubiese gritado de felicidad y me tomó de la mano y me hizo correr junto a ella. Llevaba unas coletas, atadas con unos listones de color blanco. Brincaba y brincaba y me decía cosas como si me gustaba el color rosa, o también que música me gustaba, que edad tenía, cuando era mi cumpleaños y demás cosas parecidas.
Era muy alegre y vivaz, todo lo contrario que yo. Ella solía ser el centro de atención, no por presumida, si no por linda y simpática con todos. Teníamos 6 años y ella parecía con un carácter de mayor. Ella era muy buena gente y se expresaba siempre de todo con un "¡Qué lindo!"
Sólo hablaba con ella, fue la única que se atrevió a romper el hielo. Los demás me ignoraban y no me importaba. Nunca deseé mayor atención que de ella. A veces me compraba una paleta o un dulce, y yo hacía lo mismo en diferentes días. Puedo decir que si ella reía yo también y si ella lloraba yo estaba con ella. Siempre fue un lazo de fraternidad y amistad.
Recuerdo que una vez ella recibió una carta de amor, yo sentí un poco de celos.
Mi corazón picoteaba a cada instante, era porque no quería que ella pusiera atención a otra cosa. Ahora muchos lo pueden ver como lesbianismo, pero no era así. Ella era la única que se expresaba muy bien de mi y me volvía loca pensar que otro pudiera quitármela  Pero ella sólo río y la tiro a la basura, y comenzó a decirme que los 'chamacos' tenían una extraña actitud. Me abrazo y nos fuimos caminando a su casa.
Era preciosa, tanto ella como su amistad. Su hermosa amistad... Pasaron los años, nos fuimos separando un poco y no por diferencias, si no por diferentes gustos, pasamos a la secundaria y nada volvería a ser igual. La volví a ver hace unos años, quizás 4. Seguía igual de bonita, con sus aretes colgándole de sus orejitas y sus ojos negros brillando como siempre, con esa chispa de alegría y esa misma voz tan preciosa y dulce.
Mi corazón se emociona de pensar en ella, en su amistad que me brindo sin importar nada. Ella y yo contrastábamos bastante, ella era la niña fina y linda, muy popular y simpática  Yo era la solitaria y nada popular, nada de finuras, pandrosa y muy torpe hasta para hablar. Nunca supe si sigue luchando por ese sueño que dice; sólo me contó a mi. Y yo pues estoy en mitad de tramo por cumplir lo que deseo, tampoco lo sabrá...
Pero su amistad siempre será parte de mi y nunca, nunca olvidaré su nombre, espero algún día pueda leerlo y saber que la sigo apreciando como desde ese hermoso día de verano en que hable con ella por primera vez...

[21 de Agosto de 2000]



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