noviembre 15, 2013

#4

Tu emoción apagada en el cenicero
no eres más que el humo que inhalas
y la risa que brota instantánea.

Te acaricio el cabello
porque sé que no lo haré más
aspiro tu fragancia; tu pasado
huele demasiado bien.

Buscas la mirada del perro
que codicioso robo tu botín
buscas la mirada perdida
que se fue tras ese tesoro
y no se preocupo por lo ajetreado
que dejaría tu sentir.

Las nubes conversan
se ponen de acuerdo para lloverte
mientras lloviznas dentro de mi
mi cintura y mi sexo
se ponen atentas a hacerte feliz.

Se menean y contraen
queriendo exprimirte la tristeza
mi lengua lasciva probó tu angustia
y mis huellas dactilares se quedaron
marcadas en tu cara.

El único cómplice para interrogar
es el alcohol ingerido:
el eclipse que se forma en tus ojos
nublando el sol de tu mirada
mostrando los temores de la madrugada.

Siguen resbalando tus lamidas
por mi mejilla
tu aliento rozando mi oreja
tus besos estacionados en la calle
siguen ahí.

Es difícil contar cuantas caricias me diste
que ya volaron de mi cintura
y de mis senos; se me dificulta
con claridad recordar tus facciones
que gemían sobre mi espalda.

Sigues siendo surreal
al atravesar la avenida
al subirte a la nube de historias
que trafica con el cemento.

Aún siento tus labios en mi cara
y tus manos en mi alma
ahora eres el humo que inhalo
y yo; tu risa que brota espontanea.







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