febrero 05, 2014

El suicidio de la estrella vomitada por ingerir alcohol.

Andaba despacio por los andenes del metro
de un lado a otro miraba a la gente
bebía exageradamente
un trago de ginebra,
aventarse;
matar los pesares.

Pero no lo hice
porque soy un maldito cobarde,
monté el tren
regrese a casa igual que siempre
por las calles solitarias
y las nubes riéndose de mi fracaso.

Entre y me sumergí en el sillón viejo
todo el mundo comploteaba
para hacerme sentir miserable.

Porque todos vivían felices
y yo intentando matar mis miedos
y mis eternos fracasos en una botella
y en unos cigarros a medio consumir
que incendiaban mi hoy y mi mañana.

Las risas de la gente estallaron en mi cara
no hay público que presencie la escena
del suicidio de la estrella más mediocre
que se quemaba las líneas de la mano
porque estúpidamente creía
que así su destino cambiaría.

No había marcha atrás
vomitaba para remediar ese vacío
que me produjo el alcohol y las ansias
por primera vez me sentía vivo
aunque sabía era basura
y nadie me pagaría el entierro;
de un despojo de ser humano.

Salí de nuevo
amarré la cuerda
volteé a ver si alguien me vería;
por supuesto no había nadie.

Sentí los lunares de mi cuello temblar.

Oscuridad.
A lo que más le temía.



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