marzo 19, 2014

Un breve adiós.

Un adiós breve, sin preguntas ni respuestas, claras, terminantes, decididas a encontrarse algún día cuando no tengamos errores como éstos que se repiten a cada instante.

Sin mis enojos recurrentes, sin mi perdida de paciencia ante tu actitud, pasiva, calmada, lo contrario de la mía; poco probable, rota y sin final.

Me despediré poco a poco de tu vida, es claro que las rosas no florecen más ante un invierno que sabes siempre llegará. Esperemos algunos tantos Marzos y Abriles para que puedan renacer de esas espinas que hieren nuestra sensibilidad. Nuestros fracasos ante situaciones que creíamos banales, mis heridas y mi infierno que sólo tú conociste.

Los ángeles nos aseguraron que estaríamos bien. Cometí un error: no creí en ellos durante toda mi vida y vine a verlos en tus brazos y en nuestra notoria falta de madurez. 

Yo también creí en que de tus manos brotaba el agua, brotaban raíces. Que tu pecho sería eterno en mi boca y por fin habíamos logrado conocer cada rincón de nosotros, pero me equivoqué.

No estoy dispuesta a compartir mi infierno con el tuyo que poco se comprenden. Despediré a tus manos, a tus besos aunque me vaya la vida en ello. 

Soy miedosa. Perdóname. No puedo evitarlo, la inmundicia que habita en mi interior merece algo que se complemente. Para mi falta de inteligencia -llámame ingenua- creí en esa frase que utilizan todos: "polos opuestos se atraen", y lo comprobé, se atraen, mas eso no asegura que estarán juntos -no para siempre- como en los cuentitos ridículos de amor, pero por lo menos, no huir, no fracasar, no derrotarse ante un enemigo que sé eres tú mismo. 

Ante la devastación de mi persona. Arrodillarme -dejando a un lado los cuentos libertarios- ante quién me desmadra en un instante. A quién permití conocer ambos lados de mi ser, la dualidad de una persona que nunca ha podido ponerse de acuerdo entre sus locos sueños y su pesimista actitud. Entre soñar y soñar o hundirme en mi depresión. 

Pienso: que ingrata es la suerte del escritor, condenado a quedarse solo, a escribir de sus tristezas para poder ayudar a otros. Y no, no lo tomes como una obra de caridad o ser altruista, tómalo como el estúpido intento de que alguien más se joda como uno. Que nazcan mas escritores, malditos, jodidos, borrachos, cabizbajos y fracasados en una vida que es para los que nacen con chispa de estrella, no para los marginados que sólo triunfan escribiendo de sus desgracias. 

A veces, en mi cobardía, deseo todo fuese diferente. Prefiero sufrir de soledad toda la vida y no sufrir de soledad luego de que te lleves mi vida entera entre tus manos y tu cuello, entre mis desvaríos nocturnos, mis sueños prohibidos y todas las ilusiones que se enredaron con tus cabellos y mi irremediable tonto miedo a permanecer por siempre ahí.

Te despediré con la última sonrisa que alguna vez pudiste pedirte a mi, en tu tonto intento de alejarme de los pozos, de las cuerdas o de las navajas de afeitar. En tu intento de hacerme sentir diferente, en tu intento de que por fin pudiera soñar con el cielo azul y las calles limpias. 

Algún día podremos coincidir y sabrás que sigo siendo poco probable, poco permanente, poco buena gente. Indiferente. 

El tiempo nos come, no puedo ofrecerte mas que una carta que apesta a cigarro, a alcohol y a decepción. Vaga por el mundo, nos irá mejor.








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